29.4.15

[32] Todo está ardiendo, y encima el calor es colega

En El Cuaderno 66, sobre Arde el sol sin tiempo de Manuel Vilas, en edición crítica de Cristina Gutiérrez Valencia.


[...] una cartografía cronológica y emocional cuyo principal acierto radica en haber sabido mostrar (y esto, a pesar de la complejidad de una tarea de tal envergadura) los diferentes estadios de escritura, intereses y maduración de una instancia literaria que ha terminado por convertirse en una de las voces más solventes y singulares del panorama literario nacional. Tanto es así, que en el prólogo a la obra, Cristina Gutiérrez habla de  un “descubrimiento” en relación al proceso de liberación mediante el cual Manuel Vilas habría ido tomando conciencia de su propia voz y de cómo ese aspecto estaba convirtiéndose en uno de los signos de identidad de su escritura. Una génesis posible que el autor, en el epílogo a la obra, sitúa en torno al año 2000. El momento en que él mismo asegura haberse adentrado en una ceremonia literaria que dura hasta estos días, donde además de su propia identidad y existencia, se exalta la vida literaria de sus alter ego: todos los pliegues de una personalidad poliédrica y emancipada, que Cristina Gutiérrez presenta como una “autoficción multiplicada”.

“También pensé que probablemente ya yo no voy a ser un hombre demasiado libre. Entonces me dije: que sea libre tu novela y tú dentro de ella. Yo creo que esa es la razón de que en mi novela salga con mucha frecuencia un tipo que se llama Manuel Vilas. Me hubiera gustado ser tanta gente. Me hubiera gustado ser el Presidente de los Estados Unidos, me hubiera gustado ser el Che Guevara, me hubiera gustado ser Greta Garbo. Me duele ser sólo uno” (pág. 133).


Para más escritura en armas contra el aburrimiento, Visualmaniac y EdUVa, Ediciones Universidad de Valladolid.