28.8.10

[13] Boca de sapo, nº7 {ensayo}



Se publica en Boca de Sapo un artículo sobre el ensayo español en el siglo XXI (21)

ENSAYO ESPAÑOL EN EL SIGLO 21
DEL ENSAYO DE OCASIÓN A LA MANUFACTURA



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En un artículo de reciente aparición, Félix de Azúa analizaba la situación actual del pensamiento en España, tomando como testigo la publicación del ensayo Nunca fue tan hermosa la basura (Galaxia Gutemberg, 2010). En el artículo, que se titulaba “La filosofía en el vertedero”, Azúa denunciaba el carácter moribundo del género, a excepción de una serie de autores, entre ellos José Luis Pardo, a los que hacía responsables del resurgir de un “pensamiento filosófico” propio, renovado. Según parece, ésta no es una situación al margen del resto de disciplinas, sino que responde a un patrón de auto-emulación, que deja muy de lado la “verdadera” investigación estética. O, lo que es lo mismo, la innovación como proyecto de compromiso con la actualidad.

De algún modo, esto es algo que podría leerse en términos de retraso sociocultural, aunque ha sido con el inicio del siglo XXI cuando la necesidad de actualización de los patrones de pensamiento heredados ha comenzado a hacerse explícita; y a ser relevada por pensadores que podríamos considerar de “nueva generación”: Eloy Fernández Porta, Vicente Luis Mora, Agustín Fernández Mallo o Juan Freire. También al alimón con esos otros autores que se debaten entre ambas direcciones (la auto-emulación y la renovación), que no han de ser necesariamente opuestas a fin de generar alternativas. Pienso en autores que están amparados por la Institución cultural y la Academia, y cuya producción ensayística se caracteriza por haber sabido acomodar sus discursos a los imperativos de este tiempo .

Por otro lado, y con independencia de lo que parecen indicar las cifras de venta editoriales (el ensayo de ocasión), la actividad filosófica en el ámbito nacional es hoy una práctica minoritaria. Primero, porque no todos sus protagonistas están dispuestos a asumir el esfuerzo que supone afrontar la compleja tesitura social en la que nos encontramos y, segundo, porque la comodidad profesional es hoy (y más que nunca) un valor en alza. Ahora bien, lo que ocurre es que cada vez resulta más difícil mantenerse al margen de la “realidad” contemporánea, cuya fundamentación pasa, inevitablemente, por la cultura y el consumo masivos, la publicidad y los dispositivos tecnológicos. Lo que aquí se requiere es una traducción discursiva de una facción estética que es común a todas las sociedades desarrolladas, aunque no sea tarea fácil. Hay que pensar que el coste de evitar este tipo de implicaciones conlleva un precio aún mayor, como es la extenuación intelectual a causa de aproximaciones miopes que sólo producen ruido de fondo y saturación editorial.

Por eso mismo habría que destacar la producción ensayística de autores como Manuel Castells, José Luis González Quirós, José Luis Brea, José Luis Molinuevo, Félix Duque o José Luis Pardo. Pues cada uno a su modo ha sabido conciliar la escritura académica con poéticas de naturaleza más excéntrica, sin llegar a convulsionar demasiado el stablishment algo recalcitrante al que pertenecen: la Universidad. Hasta el punto de que es este equilibrio entre el academicismo y cierta escritura contracultural lo que ha hecho posible que actualmente contemos con nuevos espacios para la crítica y la reflexión filosófica sobre el presente, de manera más efectiva. Es decir, asumiendo el contexto contemporáneo en toda su complejidad, pues sólo así pueden medirse las cualidades específicas de una determinada sociedad. Por eso ya no es posible interrogar al presente sin considerar aspectos como la globalización, el terrorismo o el consumo masivo, la injerencia de las nuevas tecnologías, o la cultura popular.

Según lo veo, y retomando la cuestión del ensayo en España, podríamos considerar como punto de inflexión de este proceso de apertura y renovación, la aparición en 2003 de Repensar la cultura de José Luis González Quirós. Que fue un texto contenido y algo cauteloso en el que, sin embargo, ya se apuntaba la necesidad de revisar el concepto de cultura a la luz de los acontecimientos históricos más recientes. En este sentido, y considerando la cultura como agente fundamental para el desarrollo de una sociedad, González Quirós subrayaba el carácter “problemático” que ésta planteaba en el momento de su recepción, tras haber asumido los presupuestos programáticos posmodernos. De algún modo, esto constituía una “novedad histórica” que llevaba cierto grado de confusión en su propio planteamiento: “la cultura que ordinariamente deberíamos tener como propia […] nos resulta extraña, y a sus creadores les resultamos extraños muchos de nosotros” (González Quirós, 2003: 225). Una situación de incomodidad frente a los productos culturales de esta época, cuya razón estética está aún por definir, pese a la proliferación de ensayos y artículos en torno a la posmodernidad y el posmodernismo.

De este modo, quedaba planteada no ya la necesidad de repensar la cultura, sino de elaborar un discurso en torno a ella con herramientas actualizadas, o en el caso de tratarse de las ya establecidas (actualmente ocurre con la categoría no-lugar de Augè ), siempre después de haberlas sometido a revisión o a un previo reciclaje. Un desafío no poco ambicioso, que tres años más tarde desembocaría en una compilación de ensayos (coordinada también por González Quirós), donde una serie de autores acotaba desde flancos diversos la situación actual de la cultura y, más en concreto, los conceptos de creación e innovación en el contexto social contemporáneo. El volumen, Los rascacielos de marfil (Lengua de Trapo, 2006), proponía un análisis del presente de manera integradora; un recorrido plural por los distintos ámbitos de la sociedad atendiendo al orden de la innovación. Revisando al mismo tiempo el concepto de “novedad” y su relación directa con el actual uso del “gusto” como dispositivo comercial.

Una actitud que, bajo mi parecer, sería el punto de convergencia de los ensayistas arriba mencionados: resolver desde dentro los “problemas” inherentes a nuestro tiempo, con el fin de alcanzar soluciones satisfactorias; o sea, coherentes, en tanto reactivación de los discursos filosóficos dirigidos hacia el carácter multidimensional de la actualidad (sería el caso de Manuel Castells en La sociedad red (Alianza, 2006) o Comunicación y poder (Alianza, 2009)). Aunque también encontramos discursos que parten de la filosofía del arte para abordar una determinada sensibilidad: “la ética de los falsos consuelos” (Duque, 2004: 106) a partir de las distintas representaciones artísticas del terror(ismo), el horror, el dolor y la violencia como síntomas de época. La cultura popular en relación a sus transformaciones más recientes (José Luis Pardo) o la dimensión visual (imágenes) de la actualidad, como serían los casos de José Luis Brea y José Luis Molinuevo.